viernes, 11 de diciembre de 2009

Luna Nueva


En ese momento, su boca estuvo sobre la mía y no pude evitarle. No sólo porque era miles de veces más fuerte que yo, sino porque mi voluntad quedó reducida a polvo en cuanto se encontraron nuestros labios. Este beso no fue tan cuidadoso como los otros que yo recordaba, lo cual venía la mar de bien.

Así que le devolví el beso con el corazón latiéndome a un ritmo irregular, desbocado, miestras mi respiración se transformaba en un jadeo frenético y mis manos se movían avariciosas por su rostro. Noté su cuerpo de mármol contra cada curva del mío y me sentí muy contenta de que no me hubiera escuchado, porque no había pena en el mundo que justificara que me perdiera esto. Sus manos memorizaron mi cara, tal como lo estaban haciendo las mías y durante los segundos escasos que sus labios estuvieros libres, murmuró mi nombre.


Mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, punto de luz y motivaciones... Y entonces tú cruzaste mi cielo como una meteoro. De pronto, encendió todo, todo estuvo lleno de brillantes y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el hosrizonte, todo se volvió negro. No había cambiado para nada, pero mis ojos habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido.

1 comentario: